YA PUEDES COLABORAR CON TU DONATIVO A TRAVÉS DE PAYPAL. GRACIAS POR TU COLABORACIÓN
Cuarenta y seis días antes de la Pascua es el “día de ceniza e inicio de la muy sagrada Cuaresma”, con el que inician los “días de penitencia para la remisión de los pecados, para la salvación de las almas […] el tiempo favorable, en el que se asciende a la montaña santa de la Pascua” (Martirologio Romano).
Ese día se bendice y se impone la ceniza que resulta de quemar las palmas usadas el Domingo de Ramos del año precedente.
Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal (Directorio de piedad popular, 125)
En la misa se omite el acto penitencial. Tras la colecta inicia, como de costumbre la liturgia de la Palabra, en la que se lee el pasaje de san Mateo (6, 1-6.16-18) en el que Jesús nos enseña que cuando demos limosna no mandemos tocar la trompeta delante de nosotros; que cuando oremos, no seamos como los hipócritas; y que cuando ayunemos no pongamos cara triste. Es decir, el Señor nos habla de tres obras: ayuno, limosna y oración. La Iglesia nos invita a practicarlas con ahínco en el tiempo cuaresmal, para poder vivir con mayor fruto la alegría pascual. Luego sigue la homilía.
Al terminar la homilía, todos se ponen de pie. Si preside un obispo, deja la mitra en ese momento. Luego un acólito acerca la ceniza al sacerdote, quien invita a la oración teniendo las manos juntas. Todos oran unos momentos en silencio, y posteriormente el sacerdote, con las manos extendidas, dice una de las oraciones de bendición que se encuentran en el Misal Romano. Al terminar asperja con agua bendita las cenizas, sin decir nada.
Si hay un concelebrante o un diácono, éste le impone la ceniza a quien preside. Si no, el sacerdote se impone la ceniza a si mismo.
Seguidamente, el sacerdote impone la ceniza a todos los presentes que se acercan hasta él. A cada uno le dice: “Conviértete y cree en el Evangelio” o “Acuérdate que eres polvo y al polvo has de volver”.
Mientras se impone la ceniza, se canta un canto apropiado.
Acabada la imposición de la ceniza, el sacerdote se lava las manos y prosigue con la oración de los fieles, continuando la misa en la forma acostumbrada.
La bendición e imposición de la ceniza se puede hacer también fuera de la misa. En este caso es recomendable que preceda una liturgia de la Palabra.